FLORES EN LA BASURA
Roberto Moso
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Fragmento de la introducción.

La vida de un ser humano es efímera e insignificante en el inabarcable océano del tiempo, pero a poco que dure, es bastante lógico que experimente cambios e incluso contradicciones. Cuando hace unos años, los pistols volvieron a los escenarios, se encontraron de pronto incapaces de asimilar la fiera que habían creado. Las masas de jóvenes cabreados del 2000 asustaron a los líderes de la provocación del 77.
Pero los lamentables desvaríos posteriores no descalifican lo que supuso la banda en su día. Tampoco la ristra de elepés infumables de Lou Reed, Bob Dylan, Pink Floyd, Jethro Tull ó Rubén Blades por poner algunos ejemplos, arrancarán sus páginas en la historia de la música POP ni mermarán su importancia en la vida de aquellos que los idolatramos. En aquel mismo año en el que los Pistols daban el campanazo, un grupo de amigos de Santurtzi, en Bizkaia, se constituían en banda de rock. Era sólo eso, una constitución formal, una especie de pacto sin mayor solidez que nuestra ilusión y el reto de “a ver hasta donde somos capaces de llegar”. Ocurrió en verano, en el patio de una cervecera con vistas a las grúas y “containers” del puerto autónomo de Bilbao. Desde el principio quedó claro que sería en euskera y que sería rock & roll, sinónimo para nosotros de ruido, velocidad y fiesta insolente..
Lo del idioma no respondía, como pudiera ocurrir en otros casos, a nuestra expresión natural. Ninguno de nosotros lo sabíamos hablar. Sin embargo todos lo apreciábamos, lo apoyábamos y en nuestras excursiones montañeras envidiábamos a los euskaldunes bilingues con los que aspirábamos a entendernos algún día en euskera. Ocurren cosas similares a menudo. El cubano más internacional era el argentino Ernesto “Che” Guevara, el mayor exponente de la canción francesa era el belga Jacques Brel y uno de los principales escritores en lengua vasca fue Gabriel Aresti, euskaldunberri que desarrolló toda su obra en el Bilbao del franquismo. A veces, la necesidad de superar los prejuicios para ser reconocido en tu labor, hace que inviertas un plus de energía, que te esfuerces el doble en sacar adelante tu proyecto. Es por quizás, que la mejor banda de rock de todos los tiempos sean los AC- Bon Scott -DC, que no eran británicos ni yankees sino australianos. El propio Fermín Muguruza, nuestro rockero más internacional, aprendió también el euskera de adulto.

La historia que he querido contar, y que tú y otros animosos lectores os habéis atrevido a empezar, no pretende ser rigurosa ni enciclopédica. Otros trabajos han penetrado en los aspectos biográficos y sociológicos de lo que fueron los locos años 80 en Euskal Herria y poco tengo yo que añadir. Lo que querido relatar aquí es una visión en primera persona de una aventura que se desarrolla en un tiempo y en un lugar: la convulsa Euskadi de finales de los setenta, principios de los ochenta, de la juventud y sus zozobras, de nuestro esquizofrénico país, de la envidia y de la magia, que afortunadamente existe y nos hace concebir la esperanza de que todo esto no es un puto accidente en el que estamos todos fatalmente involucrados…