Mientras, en otras cavernas de la ciudad, éstas por el barrio de Gracia, se iba gestando el personaje que más hizo, como tal, para que el cómic underground entrase en la iconografía popular y la memoria colectiva: Makoki.
A mediados de 1975, con dos de mis compinches habituales (Pepe Rexach y Lucas Medina), dimos en publicar una especie de revista bastante disparatada. Su título, La Claraboya, procedía de un célebre pasaje: Mas no importa – dijo Dick Turpin – si no podemos salir por la puerta, saldremos por la claraboya. Y, dando un felino salto, nuestro héroe salió por la claraboya. Y, como lo cierto era que tampoco nosotros veíamos ninguna puerta por la que salir, pues salimos por La Claraboya.

La elaboración del primer número fue bastante artesanal: el formato era de un folio doblado verticalmente (que era lo más barato, pero que resultó hasta elegante), los textos los mecanografió una novia de Lucas y nos lo imprimieron por la cara en la Escuela de Ingenieros, donde mi hermana Ana Carol se cuidaba de la imprenta. La distribución, otro tanto: cuando necesitábamos unos duros para irnos de copas, cogíamos algunos de los quinientos ejemplares que reposaban en algún rincón de Bruc, los grapábamos y nos íbamos a las colas de los cines. Luego, mejoramos algo (aunque no mucho) en los dos ámbitos.
El contenido era bastante conscientemente absurdo: publicábamos desde confesiones cínicas de excomunistas estupefactos a poemas de Bataille o Catulo pasando por guarradas de soldados, almibaradas cursilerías o dibujos de nuestros amigos, sin olvidar, claro está, fragmentos de nuestras respectivas obras completas.
Animados por el éxito de crítica y público de la primera entrega, dimos en preparar otra, para la cual ya teníamos hasta lista de espera de gente que quería publicar. Un día trajo Lucas unos folios arrugados y me contó que era una especie de cuento de un tipo que trabajaba de administrador o algo así en una obra, al que le gustaba la ciencia-ficción y era un tío algo majara, pero muy divertido. Como yo acababa de proponer para el sumario del número dos unas aleluyas de su cosecha que me había recitado el día anterior una mendiga en el tren del Maresme, me pareció de lo más congruente. Así que se incluyeron.

El tal cuento se llamaba Rebelión en el frenopático, narraba la insurrección de un tal Chreistus, un tipo al que le estaban intentando aplicar un electrochoque y estaba firmado por un tal Bon Rayo. Parece ser que el segundo número de La Claraboya llegó a las manos de dos dibujantes que compartían piso, latas de fabada y rotrins en tan mal estado como las anteriores.16 Uno era de Lleida y se llamaba Miguel Gallardo; el otro, Juanito Mediavilla, era de Burgos. Se pusieron en contacto con el tal Bon Rayo (que en realidad se llamaba Felipe Borrallo y era de Badajoz) y en comandita dibujaron la primera historia del personaje, ya con su nombre definitivo: Makoki.
Por su parte, La Claraboya aguantó dos números más. Ganó en prestancia y en número y calidad de colaboraciones. El cuarto número, La labia y la filosia, primorosamente diseñado y enmaquetado por Josep Sola, hasta daba gusto verlo. Casi parecía una revista de verdad, seria. Y, como para ese viaje no hacían falta alforjas, dejamos de hacerla.

Onliyú, Memorias del underground barcelonés, Glenat, Barcelona, 2005, pág. 53 y 55.

La Claraboya Nº 1. Barcelona 1975. 28 pàgines sense numerar. 10,5 × 29,5 cm. Blanc i negre. Enquadernat amb dues grapes.

La Claraboya 1 1975

Mohamed El Staff, Jubub, Flfador Fesfríu, Cachas, Remedios, Gerardo, Manuel Dominguez, María del Mar, Tropicoco Ortiz, Hortensia, A., Salicio Juntamente. Amb dibuixos Mariscal i Montesol.

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La Claraboya, Nº 4. Barcelona 1976. 48 pàgines sense numerar. (4 pàgines en blanc). 11,5 × 32 cm. Blanc i negre. Enquadernat amb dos grapes

La Claraboya 4

El Innombrable S-Beckett, Alejo MacArtur y Gonzalez, Jubub, José Manuel Alvarez Florez, Myriam; Baron de Riofrio, La Máscara de Hierro, Sitges Creus, Doctor Max Turb, AZ, Mariscal, Marsupilami, B. Freire, Hortensia Flora Primor y Primor.

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Cortesia de Joan Ramon Guzmán