El següent article va sortir a l’Star num 26, el 1976. El tema central era la LSD, primer a Barcelona, els llocs, les minories que la van provar i desprès el festival de Granollers 1971, on es va manifestar massivament la psicodèlia. El Pau reflexionava sobreels tipus, la qualitat i els efectes de la LSD i el tall anfetamínic que portaven alguns àcids.

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ALUCINADOS EN MASA

Alucinados en el sentido más literal: fascinados por imágenes, ideas, delirios y músicas psicodélicas. El LSD corría de mano en mano, rodeado de misterio y euforia. Los primeros grupos de hippies fumadores de hierba y chocolate, mezclados con grifotas, se vieron ampliados en número y en rollo por sucesivas oleadas de alucinados. La culminación y también el inicio de la desaparición de aquel ambiente hippi-grifota se dio a conocer con “Les Enfants Terribles”, antiguo bar de camareras, cerca de Conde del Asalto, que se modernizó y recogió toda la clientela hippi del Jazz-Colón. “Les Enfants” abrió en el 69 y tuvo un rápido auge. El dueño y la policía controlaban el asunto y la selección del personal era bastante rigurosa. Los “antiguos”, los veteranos del rollo, eran aceptados porque sabían mantenerse a ese nivel de equilibrio entro lo legal y lo ilegal que allí se requería. Gente que controlaba bastante el efecto de lo que hubiesen fumado o bebido y que estaban acostumbrados a hacer frente a cualquier situación de peligro fuese cual fuese su situación digamos espiritual, reaccionando con discreción, rapidez y serenidad. Los muy novatos también entraban porque su ingenuidad era garantía de no peligrosidad Los que estaban a mitad de camino, desmadrados y yendo a más aceleradamente, esos eran los más vigilados y los más desconcertados. Se habían lanzado ya al rollo y se encontraban con gente veterana por un lado, hermética, con secretos y complicidades sólidas y algo impenetrables, y por otro lado con jovencísimos demasiado verdes todavía para su gusto. Entonces enloquecían un poquillo, en parte por lo que llevaban encima y en parte para demostrar su nivel de pasada a los “antiguos” y a los novatos. En fin, el clásico rollo de buscarse un lugar dentro de un territorio nuevo, como pasa en casi todas las discotecas, sólo que allí todo era más alucinado. “El Indio” disfrutaba como un animal combinando músicas más y más enrolladas hasta conseguir el clímax entre el personal, entregado aun baile enrollado, personal, intransferible, íntimamente sentido y exteriormente alocado. Al “Indio” acabaron deteniéndole en el mismo local aunque no se pudo demostrar que traficase con droga allí. Todos guardamos un recuerdo agradable de la viveza andaluza psicodélica del Indio.


Foto: Gerónimo, Ambient: Jordi

Todo aquel mundo empezó a romperse o más bien diluirse con la llegada de mucha más gente. Los estudiantillos de bachillerato o de principio de universidad se encontraron en el 70 con una Universidad destrempada, con una extrema izquierda agotada que iniciaba un proceso de reconversión hacia posturas más serias y tradicionales… y con un rollo “raro”, fricado, hipoide, alucinante que corría por ahí. Los que se pasaron a esto último lo hicieron aceleradamente. El camino ya estaba abierto. Las Ramblas, Formentera, los pisos multitudinarios y hasta algunos profetas conocidos. Aparte de Sisa, Música Dispersa y Pau Riba que en ese momento estaba llegando a lo más alto de su enrollada hippiosa, aparecieron varios padrinos espirituales. Racionero, en plan fino, volviendo de California, Damiá Escudé filósofo ampurdanés, la llamada “Cofradía del Vino” (grupo de intelectuales simpatizantes o curiosos del LSD y cia.), el “Tercer Frente de Liberación Universal” que lanzó el “manifiesto de la Soledad” (un rollo de más interiorista y psicodélico), la librería Trilce, donde se daban cita intelectuales simpatizantes del rollo y freaks pasados para ojear libros extraños y películas underground. Alguna de esta gente apareció de repente en una especie de entrevista colectiva del Telexprés, creo que debió ser en el 71. Los periodistas no ligaron nada y los entrevistadores tampoco demasiado. Se hablaba allí del LSD, de los Panteras Negras, del subconsciente, del amor, etc. EI diario tuvo el mal gusto de hacer una introducción en la que se advertía que todo aquello a lo mejor no era más que “el delirio paranoico de unos drogadictos”. Con todo este tingladillo montado, el estudiantillo que se sentía “a la contra” y que no hallaba su lugar en la lucha política estudiantil, que entonces estaba amuermadilla, podía conectar rápidamente con los “raros” y adquirir todo su rollo velozmente, sobrepasándolos incluso en cuanto a desmadre. Llegaban más frescos y lozanos. Rápidamente LSD y enrollada cósmica y vacile chocolatero y dibujitos y sandalias de cuero, anillos y lo que fuese. Todo a la vez. Los “antiguos” quedaron sorprendidos cuando se celebró el festival permanente del salón Iris, en 1971, con todos los grupos “progresivos” del país, con masiva asistencia y vestimentas raras en cantidad. Coincidió con la campaña contra los procesos de Burgos en los que se pedían penas de muerte para varios tíos de la ETA. La policía estaba alerta y hubieron palos en cantidad a la salida de cada concierto de Pau Riba, Smash (andaluces), Pan y Regaliz, Sisa, Tapiman, etc. El olfato omercial-cultural-monopólico de Oriol Regás, el de Boccaccio, no había fallado. Como no falló más tarde cuando empezó a traer los ídolos extranjeros, que de momento permanecían en un mundo muy lejano, al otro lado de unos Pirineos y unos mares que separaban cantidad. Quizás eso fue una suerte. El rollo no se pudo importar comercialmente por desconfianza de los capitalistas del espectáculo y por dificultades legales. Los de fuera quedaron fuera y aquí el rollo nos lo montamos nosotros por nuestra cuenta. Y así salieron músicos locales enrolladísimos, quizás eran malos en plan técnico, pero muy agarrados a la gente que les rodeaba y les animaba. Como el “Cromo” con su flauta por los metros y por los festivales, haciendo la guerra por su cuenta, y como tantos otros que cuando llegaron los grandes ídolos (que llegaron cuando ya casi habían dejado de serlo) ya tenían su rollo montado y aguantaron y siguieron y hoy tenemos una música mucho más nuestra que la de otros países europeos arrastrados por la moda yanqui o inglesa. Aunque aquí hay ‘mucha cosa a decir y eso ya vendrá más adelante.


Foto: Gerónimo, Ambient: Jordi

Las nuevas generaciones, las que pasaron directamente de papá y bachillerato a hippismo y LSD, las que formaban ya pequeñas masas en los conciertos, despertaron el interés de gente más vieja, que en el momento del primer hippismo-grifota se habían enterado de algo pero habían continuado con su política, con su carrera universitaria o con su empleo, algo decepcionados por la hostia que recibió la extrema izquierda loca de los años 67- 70, esperando algún tipo de resurrección de aquello (que se dio pero en plan más seriecillo y civilizado) y sintiéndose alejados al principio de aquel rollo hippi clandestino, barriobajero, duro, cerrado. Se mantuvieron a la expectativa durante algún tiempo. Cuando la cosa iba más con el LSD, con las masas de jóvenes, con, la salida a la superficie en los festivales, con el insólito concierto de Pau Riba en el Price (vestido de rojo electrificado, con una moto atravesando a toda castaña el pasillo de platea), con el interés de algunos intelectuales como Giménez Frontín y Enrique Sales hacia el asunto, con todo eso, aquellos ex-izquierdistas que habían quedado al margen de todo pero curiosos de todo, que ya estaban “montados”, es decir con título y empleo o casi, renovaron su interés y decidieron probar algo. Sobretodo, no se porqué, los arquitectos (siempre a punto para estéticas novedosas y originalidades) y los médicos (quizás por interés profesional, algunos, y por ganas de marcha los más). Arquitectos y médicos se pusieron de repente a fumar ya tomar LSD. Con todo el rollo que llevaban a cuestas, medio roto pero ávido de más datos, el LSD produjo en ellos efectos de la mayor importancia. La gente más metida en el rollo le daban al “ácido” una importancia ritual e incluso simplemente vacilona (eso los más ligados a gentes del chino). Pero los intelectuales y profesionales y médicos se tiraron las grandes paridas. Se reunían para discutir el asunto. Escribían papeles y reflexiones. Desde el punto de vista perceptivo y estético, desde el punto de vista psicológico-espiritual, desde el punto de vista de conocimiento de la naturaleza, desde el punto de vista de las relaciones entre los “tripantes”. En fin muchos puntos de vista, gran impacto y el LSD siempre escapando a toda definición. Los “antiguos” también se enrollaban cantidad En plan más místico, cósmico, etc. Los libros de Jung hacían furor, el inconsciente colectivo, las máscaras, el rollo hacia dentro, hacia dentro, hasta el centro de la tierra. Pero también por aquí el ácido se escabullía. Ninguna explicación, definición, descripción satisfacía del todo y en todo caso duraba poco. Cada trip era un mundo nuevo. Precisamente los que peor lo pasaron fueron los que pretendieron coger al ácido y decir: “ya te tengo, ya te conozco, ya se lo que eres y lo que yo soy cuando te metes dentro de mí”. Tarde o temprano se llevan alguna sorpresa. Y alguna de esas sorpresas, que destruían lo que el “experto” había definido, a veces destruían también al mismo “experto”. Sobretodo si no era suficientemente ágil como para cambiar de rollo, aceptar que pasaban cosas nuevas. Si continuaba aferrado a sus esquemas y si esos esquemas; eran muy importantes para él, al derrumbarse arrastraban a toda su persona en la caída. No estoy hablando de un “horror-trip”. Eso es algo por lo que todo el mundo pasa alguna vez. Estoy hablando del horror con o sin trip que produce la rotura de esquemas para aquella gente que en un momento dado piensan que sus esquemas son lo más importante, olvidándose de la vida, de la gente, de todo. Tarde o temprano la vida, la gente, la naturaleza, el sexo, las pasiones le saldrán por algún lado. Ya veces podía pasar, puede pasar, que un ácido haga ese trabajo, como podría hacerlo cualquier acontecimiento que rompa esquemas y también puede pasar que el ácido sirva para reforzar esquemas fijos si alguien se empeña en ello. y que esos esquemas se rompan con algún otro ácido o se rompan solos. Y quien dice esquemas fijos dice obsesiones, bloqueos, manías, o lo que sea. Total que el ácido actuó en cada uno a su manera. Pero tampoco voy a ser tan neutro como para decir solamente esto, solamente que cada persona es diferente y que eso no lo cambia el LSD. El LSD se tomaba en grupo, en medio de una sociedad muy represiva, producía complicidades o las destruía, pero creaba en todo caso un rollo importante. Y esa posibilidad, eso de que “cualquier cosa puede pasar, esa libertad brusca, en medio de una sociedad en la que por definición “nunca pasa nada”, eso, a veces daba un poco de miedo. El contraste era muy gordo, señores. Mucho más de lo que pueda serlo ahora, aun que la verdad es que el ácido afecta a cosas suficientemente fuertes como para que esa amplitud de la conciencia que produce continúe siendo por muchos años como un traje muy grande para circular por un mundo muy estrecho.

A pesar de todo, el LSD es una droga. Se toma. Se deja. Empieza y acaba. Pasan muchas cosas, cambian muchas cosas, se rompen muchas cosas, aparecen otras, pero en fin de cuentas es una droga. En cambio el mundo está ahí, siempre, No se si algún día el mundo será tan ancho como para que la vida sea un trip real libre. De momento la vida es un trip, aunque no muy libre. La libertad hoy por hoy se paga cara dentro y fuera de uno mismo. Dentro por toda la estrechez que nos han metido y fuera por los palos que te pueden caer. Con el LSD varios miles de barceloneses han aprendido esto. Han sentido toda la grandeza del alma y del mundo y del cosmos y toda la miseria del alma aprisionada, del mundo hostil, del cosmos olvidado. Todo a la vez mezclado dentro de cada uno. En cierta manera lo mismo que los borrachos eternos del barrio chino que pueden demostrar la más alta limpieza de espíritu y la más terrorífica miseria humana, viviendo dentro de ellos todo lo magnífico y todo lo asqueroso que hay fuera de ellos, rodeándoles.
En fin, para quien quiera conocer los detalles del asunto, diré que en aquellos momentos el LSD llegaba de muy diversas maneras, casi siempre en pequeñas cantidades, de Ámsterdam o de Nueva York. Pequeñas pastillitas de colores diferentes, papel secante impregnado y cortado en cuadritos, triangulitos de papel envueltos con cinta adhesiva, etc. La dosis considerada normal era de 250 microgramos de LSD por toma, aunque más tarde se puso de moda pasar de los “grandes trips” y tomarse mitades, cuartillos o tercios, así, para darse un toque de cara a algún acontecimiento especial: festival, fiesta, luna llena. El precio (al por menor) oscilaba entre 150 y 250 pesetas. Los efectos entre seis y doce horas. Había grandes discusiones en torno a la calidad de cada remesa que llegaba. La preocupación de todos era la anfetamina (speed) que pudiera contener cada tipo de ácido. Los estudiantes, hippies antiguos y profesionales buscaban LSD puro, pero raramente lo conseguían. La mezcla con anfetamina, para dar mayor “patada” al trip, era lo más usual. Casi todos los vendedores lo vendían así y los vacilones del chino y los freaks “espitosos’. (de speed igual a velocidad, estimulantes, anfetaminas) lo preferían también así. Sólo de vez en cuando llegaba algún hippie extranjero al viejo estilo, pacífico y buen vividor, que proporcionaba LSD puro, que resultaba más tranquilo, más lento aunque no menos intenso en cuanto a los fenómenos de percepción, viaje mental, afloraciones de afectividad inconsciente, “energía” etc. El speed, la anfetamina, añadía a todo eso una vibración interior constante, una marcha increíble, una duración de las posibilidades perceptivas del ácido. Al acelerarse todo, muchas cosas quedaban fuera de alcance. No se podía comer.
(El speed elimina el apetito como se sabe. De hecho buena parte de la adición a la anfetamina viene de las pastillas para adelgazar, los bustaids y minilips que adelgazan a base de eliminar el hambre, no dando al cuerpo ni el tiempo de sentirla.) Es posible que la visión del ácido que ha quedado en mucha gente de aquellos años (y supongo que la cosa debe seguir igual) esté muy condicionada por la adición de anfetamina a los trips. Algunos sectores de hippies yanquis hicieron campañas contra el speed, campañas a las que nosotros prestábamos la mayor atención. y yo, personalmente, continuo pensando que la anfetamina es un desastre para cuerpo y alma, que es lo que de verdad fastidia, que es lo que causa estragos entre los “freaks”. Se llegó a decir que el speed era cosa de la CIA para joder el invento, como también se decía que el FBI favorecía la introducción de drogas fuertes entre los núcleos de fumadores de hierba y viajantes psicodélicos de LSD, para deshacerlos, para acabar con lo que de positivo, no peligroso a nivel físico y psicológico, tenían esas dos drogas que pasarán a la historia como las dos más ligadas de verdad al movimiento hippi más auténtico, innovador y molesto para el sistema. De hecho recientes investigaciones yanquis, de lo más súper-científico y serio no han podido demostrar la peligrosidad real de esas dos drogas, en especial de la marihuana. La revista médica española JANO ha publicado recientemente un informe yanqui que reafirma la conocida inofensividad de la “hierba”.


Foto: Lina en Trip al Park Güell

La realidad es que en Barcelona no nos pudimos librar del todo de esa plaga anfetamínica. Los trips llevaban nombres curiosos según su procedencia, color y características. En los 70- 72 se apreciaban los “Window Open” (ventana abierta), los “California Sunshine” sol de California) y los “Orange trip” (viaje naranja).
Algún catalán consiguió LSD puro, en líquido, y lo vendía a gotas sobre papel o sobre lo que el comprador quisiese. y lo cierto es que muchos querían la gota metida dentro de una pastilla anfetamínica. Al principio los trips se tomaban en grupo, procurando rodearse de un ambiente agradable ya ser posible en el campo. La comunicación con la naturaleza resultaba esencial. De repente algún triposo se daba cuenta de que entendía a las vacas, de que percibía el calor de la tierra de noche, cuando desprende el que ha acumulado durante el día, o se quedaba horas y horas fascinado por el movimiento del mar. Las salidas de sol eran el gran tema final. Una bola roja quemando, vibrando. y hablando de vibrar, la percepción de las “vibraciones” de la gente se volvía aguda. Se podía adivinar a distancia, y más que adivinar ver, la “onda” que llevaba cada uno en cada momento, simpatías, paranoias, magnificencias, exaltaciones, fascinaciones. Las caras de la gente, tanto de los que tripaban en grupo como las de la gente ajena con las que tropezaba el tripante, resultaban extremadas, caricaturescas, terriblemente expresivas de lo bueno y de lo malo, adquiriendo formas prototípicas: payaso, vampiro, tigre, mesonero medieval, profeta, vieja cosiendo, gorrión. El LSD tenía algo de devolvernos a las raíces, a las formas que desde siempre llevamos dentro, a la tierra y al cielo que siempre han estado junto a los hombres que la han habitado, a una especie de “energía”, sus significados y sus usos, era el tema central. Cuando, después de los primeros trips, alucinantes, la gente empezó a teorizar ya intentar utilizar o explicar el ácido en un sentido u otro, salieron tal cantidad de explicaciones, cosmovisiones, filosofías, interpretaciones que sería imposible resumirlas o ni tan sólo recopilarlas sin un trabajo de dos años y miles de páginas. Aunque, como decía al principio, ningún esquema aguantó mucho tiempo. Todos los triposos reconocen lo de las máscaras, lo de la energía, lo de la vuelta alas raíces, lo de la percepción directa, concreta, despojada de tintas culturales o ideológicas, lo de la salida ala superficie de cosas inconscientes en cada uno. y poca cosa más. ¿Resultados a largo plazo? Mutis. Reconocimiento de que la cosa sigue siendo un misterio, un misterio más o menos conocido, pero misterio al fin y al cabo. Los triposos habituales de entonces, dejaron de tomar trips de la forma asidua y casi sistemática con que lo hacían. Los efectos más sorprendentes a primera vista ya iban siendo conocidos, los misterios de fondo iban afirmándose como tales, inapresibles. Aquella gente hoy en día tripan más bien poco. En ocasiones especiales, en momentos vitales propicios, a veces como una especie de meneo interno higiénico, cuando hay demasiadas cosas acumuladas y confusas, y la mayor parte de las veces para participar más intensamente de algún acontecimiento especial, sobretodo en plan vacileo.

En aquellos años hubo ocasiones de concentración de “vibraciones triposas” que resultaban de lo más exaltante. Casi no cabían, mucho trip junto en un festival se notaba nada más entrar. El Festival de Granollers marcó el primer jalón histórico de este tipo de cosas y resultó muy representativo de lo que estaba pasando. Fue a finales de la primavera de 1971. Era el primer gran festival al aire libre, venía (por fin! pensaban algunos) un grupo extranjero: Family. y todos los grupos locales llenando las horas y horas previas. Un presentador bien trajeado que fue permanentemente abucheado. Todas las tribus de hippies y freaks se dieron cita allí. Grupos de la Floresta, Castelldefels, gente que venía de Formentera para la ocasión. arquitectos y médicos psicodélicos, los snobs curiosos, que llegaban a medio festival a dar una vuelta como quien va a Bocaccio a tomar unas copas, bandas de barrio y hasta madrileños y andaluces en peregrinación hacia la Cataluña psicodélica. (Aunque cuando estuvieron por aquí la mayoría de madrileños consideró que los catalanes estábamos muy enrollados pero que nos faltaba marcha. Desde luego ellos no paraban). Recuerdo que la gente de las afueras de Granollers, ya casi en pleno campo, miraban sorprendidos la larga e interminable fila de extraños personajes que desfilaban hacia el rudimentario campo de deportes que había sido escogido como lugar. Los naturales del lugar comentaban “ Aquests no deuen ser hippies de veritat, caminen massa depresa” (“Estos no deben ser hippies de verdad, andan demasiado rápido”). Todavía la imagen popular del hippi era la del vagabundo pacifista de amor y flores. y de esos ya empezaban a quedar pocos. Ya he dicho en artículos anteriores que este hippismo de amor y flores era difícil en este país, donde no había ni plata sobrante, ni tolerancia, ni una agricultura apta para recibir a nuevos granjeros. Los hippies granjeros de Cataluña y de toda la península y no digamos ya los de las islas las han pasado canutas para sacar algo de plata de la tierra. Y está además toda la mala leche acumulada, los orígenes izquierdistas y barrio bajeros del asunto. En fin, los que llegaban a Granollers no iban repartiendo flores. Iban a reafirmarse a sí mismos, a pasar de todo en cantidad, a vacilar… y a tripar. Porque la gente con LSD en el cuerpo era mucha. Como también eran muchos los Guardias Civiles que rodeaban completamente el recinto y formaban una estrecha doble fila a la entrada, un pasillo verde obligatorio por el que atravesaban mentes alucinadas, mirando fijamente la nuca del compañero que desfilaba delante suyo. Un numeroso grupo de “puristas” triposos se quedaron fuera, instalándose algunos centenares de metros en la hierba del campo cerca de un río e hicieron el amor y se lo pasaron muy bien oyendo la música desde lejos. Dentro la efervescencia era intensísima. Mucha gente adivinaba en las caras y en las vibraciones de los otros el estado triposo general.
Se encendieron fogatas y porros. La música iba y venía. Habían pequeños conciertos entre la gente tirada abajo. Al amanecer hubo el momento hermoso en el que la bajada del trip y la salida del sol se mezclan en un semisueño cansado, tranquilo y emotivo. Family, con su avión especial y sus miles de vatios tardaba en llegar. La gente empezó a inquietarse, la gente que esperaba al ídolo. Los grupos de triposos se lanzaron a hablar. Nada de Family, que se vayan a la mierda con sus aparatos. Nosotros nos lo pasamos la mar de bien sin ellos. Asambleas, discusiones. Cuando llegó Family más de la mitad de la gente había decidido boicotearlos y empezaron a largarse cuando empezaban a tocar. Algunas botellas de cerveza y muchos objetos llovieron sobre el escenario. Family se negaba a tocar en aquellas condiciones. Yo me fui carcajeándome suavemente, terriblemente cansado, andando despacio, muy despacio. los naturales debía pensar: ahora si que parecen hippies. Y en cierto modo era verdad, al salir éramos más hippies que al entrar.

Pau Malvido